La pérdida de audición afecta a 360 millones de personas en todo el mundo y se prevé que este número excederá de los 900 millones en 2025. Su prevalencia se incrementa a medida que avanza la edad y se ve agravada por el contacto cotidiano con entornos ruidosos, el uso de medicamentos ototóxicos y muy probablemente por factores genéticos. Así, la pérdida auditiva relacionada con la edad es un déficit muy frecuente y esperable, considerándose como uno de los problemas de incapacitación más importante por su impacto sobre el bienestar físico, emocional, cognitivo, de independencia e interacción social de las personas que la padecen.
En los países desarrollados el porcentaje de personas de entre 65 a 75 años con pérdida superior a los 30 dB HL oscila entre un 15 a un 25% y entre un 27 a un 44% en personas mayores de 75 años.
La pérdida de audición es el tercer problema crónico más importante durante el envejecimiento, después de la hipertensión y de la artritis. Un número importante de publicaciones han destacado el número desproporcionado de personas mayores con deterioro cognitivo asociado a la presbiacusia. La pérdida de precisión en la audición de algunos sonidos del habla puede ser la que desgasta y a su vez amplifica el progresivo deterioro cognitivo de los actos de comprensión del habla.
A medida que aumenta la pérdida auditiva, la tendencia a sospechar la presencia de deterioro cognitivo es mayor. Entre la población que presenta pérdida auditiva existe un riesgo 2,48 veces mayor de padecer trastorno cognitivo que entre la población geriátrica que no lo padece. Los sujetos que presentan pérdida auditiva y no están convenientemente atendidos, suelen presentar mayor riesgo de padecer algún tipo de deterioro cognitivo.
Los sujetos con una pérdida auditiva leve, moderada o severa presentan respectivamente 2, 3 y hasta 5 veces más posibilidades de desarrollar una demencia. Desde este punto de vista, se hace necesario visualizar la pérdida auditiva en ancianos como una discapacidad vinculada al rendimiento cognitivo, en tanto que muchos de los procesos cognitivos dependen del lenguaje.
Se ha demostrado ampliamente que la calidad de vida de las personas con pérdida auditiva se ve comprometida, dado que esta se relaciona con el aislamiento, la depresión, la ansiedad y el deterioro cognitivo, limitando la interacción de las personas con su entorno y representando grandes obstáculos para la realización de las actividades cotidianas. Los individuos pierden progresivamente las funciones auditivas y, generalmente, no se encuentran preparados para adaptarse a esta nueva condición y continuar con sus actividades.
La pérdida de las frecuencias agudas típica de esta condición hace que se pierda gran cantidad de información sobre las consonantes del habla, como consecuencia, el sujeto no sólo encuentra dificultades en las conversaciones de uno a uno sino, sobre todo, en las conversaciones grupales, especialmente en entornos ruidosos, en una emisión de habla excesivamente rápida o con diferentes interlocutores al mismo tiempo, por lo que tienden a desconectar y aislarse.
A pesar de ser la presbiacusia parte de la evolución normal de un individuo, no se debe dejar de atender el impacto de esta sobre la calidad de vida de los adultos mayores. La presbiacusia suele aparecer de manera paulatina y progresiva, con lo que las personas que la padecen suelen adaptarse a la disminución auditiva sin ser suficientemente conscientes de ella.
La mayoría de las personas con alteraciones auditivas tienen una peor percepción de su salud y, su percepción de la calidad de vida es significativamente peor que la de aquellas personas que no refieren problemas auditivos; sin embargo, hoy en día existen amplias opciones de rehabilitación, siendo los audífonos el instrumento auditivo más utilizado entre esta población.
Las personas que utilizan audífonos sienten que este deterioro de la calidad de vida desaparece casi por completo, estos efectos pueden ser objetivados con tan sólo un mes de uso consistente de audífonos, siendo estos beneficios también reportados por los cuidadores y los allegados del paciente, lo que demuestra claramente la utilidad y la rentabilidad en cuanto a la mejoría de la calidad de vida de quienes los usan; además, no se encuentran diferencias estadísticamente significativas al comparar a las personas afectadas que usan audífonos con las personas sanas.
A pesar de los beneficios que conlleva, contrasta la elevada incidencia de la presbiacusia con la baja utilización de las prótesis auditivas entre las personas que la padecen, al no considerarlas del todo útiles, encontrándonos que el 85% de los ancianos con deterioro cognitivo no han sido diagnosticados ni han recibido tratamiento, lo que repercute notoriamente en su calidad de vida. Posiblemente esto sea debido al tiempo transcurrido entre la aparición de los primeros síntomas y el momento en el que el paciente visita a su ORL o audiólogo, con lo que el deterioro auditivo ya resulta más difícil de compensar. Otra de las razones a la que se atribuye esta falta de eficacia de las medidas paliativas de la pérdida auditiva en personas mayores es al hecho de que no se lleve a cabo ningún tipo de rehabilitación auditiva ni de seguimiento logopédico. También puede deberse a la falta de conocimiento, de consciencia, a factores socioeconómicos y culturales, entre otros.
Este hecho destaca la necesidad de prestar mayor atención a la pérdida auditiva en las personas mayores, siendo importante establecer programas para informar y concienciar (tanto a la comunidad como a los profesionales), así como campañas de detección temprana de la prebiacusia que faciliten un adecuado diagnóstico y una intervención terapéutica, protésica y de rehabilitación precoz.
Si desea ampliar información, no dude en contactar con nuestros especialistas y solicite cita previa para informarse de nuestros protocolos de rehabilitación y nuestro compromiso de calidad con el paciente.
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Excelente contenido.GRACIAS!