Por qué el audioprotesista no es audiólogo, (ni tampoco el otorrino)
El audioprotesista es audioprotesista, el otorrino es otorrino, y el audiólogo es audiólogo. Esta afirmación tan categórica como obvia, era repetida por nuestras profesoras de la Escola de Tecnología da Saùde de Coimbra cada vez que en alguno de nuestros viajes a Portugal comentábamos la situación en nuestro país. Pero sin duda, tal confusión sobre la definición profesional es una consecuencia más de la ausencia de reconocimiento académico y de un marco jurídico que encuadre adecuadamente las competencias profesionales del audiólogo.
La ausencia de éste, debido a la oposición a la creación del Grado Universitario por parte de determinados colectivos que ven peligrar sus privilegios, o su no sé qué, ha hecho que la audiología parezca ser de todos, y a la vez no sea de nadie; porque ni una formación profesional de grado superior de 120 ECTS equivale a una carrera universitaria de Grado (240 ECTS), ni tampoco un curso, diploma o máster de un año (60 ECTS) sustituye a toda una carrera universitaria de cuatro.
La audiología se infravalora en muchos entornos porque «parece que» cualquiera es capaz de hacer una audiometría o unas otoemisiones de screening. Sólo cuando te formas comprendes que la dificultad no reside en saber darle a un botoncito, sino en conferir fiabilidad y validez al diagnóstico audiológico para facilitar el diagnóstico médico y etiológico al especialista ORL.
Pero empecemos por el principio…
Llegué a audioprótesis por casualidad. Como muchos otros compañeros, buscábamos un Grado Superior que nos diese acceso a la carrera de medicina. Teníamos una asignatura en primer año, características anatomosensoriales auditivas, que se dividía en tres bloques, un primer trimestre con anatomía del sistema auditivo, un segundo trimestre con fisiología del sistema auditivo, y un tercer trimestre con clínica. Sobre electrofisiología de la audición recuerdo que no se le dedicaba más de un párrafo o dos, pero fue suficiente para que me enamorase profundamente de esta especialidad.
Algunos acabamos el FP superior con la necesidad de saber más, de conocer más, de poder dar más en esta disciplina sanitaria; con un párrafo o un trimestre no nos era suficiente. Queríamos seguir creciendo, y entonces nos topamos con que teníamos que recurrir a formación complementaria no reglada que nos permitiera hacer mejor nuestro trabajo, pero sin ningún reconocimiento. Algunos llegamos a un nivel en el que desempeñábamos funciones de audiólogo, pero sin una titulación que lo acreditase aunque poseyéramos el conocimiento, mientras otros lo hacían sin llegar a él.
Nos encontramos con una enfermería haciendo funciones de audiólogos, auxiliares, logopedas, audioprotesistas, otorrinos, psicólogos, fisioterapeutas… hasta ópticos! pero eso no era todo, era tal la carencia y el agujero asistencial que esto provocaba que muchos servicios de otorrinolaringología llegaban a la determinación de colocar al residente de turno a realizar pruebas audiológicas. El médico, que estudia las pruebas de evaluación de la audición en una asignatura de tercero de carrera, y cuyo fin es saber interpretarlas para la búsqueda de la enfermedad, después de estudiar 6 años de carrera de medicina y llegar a sumar otros cuatro de residencia de la especialidad ORL; unos profesionales sanitarios destinados a ser grandes anatomistas, patólogos, cirujanos, y en definitiva, médicos, «degradados» a la realización de potenciales evocados auditivos o audiometrías, porque «hay que darle solución al asunto de alguna manera». En definitiva, un parche.
Muchos pensarán… Bueno, y ¿qué nos importan vuestros problemas internos? pues la verdad es que nada, si no fuera porque todo este tinglado se traduce en una atención deficitaria que en muchas ocasiones evoca a importantes errores de diagnóstico o diagnósticos tardíos que impactan directamente en la vida de las personas afectadas, pero como un buen amigo neurofisiólogo cubano afincado en Miami me dijo un día, y del que nunca olvidaré las palabras que hoy comparto con vosotros: «a muchos les da igual que un potencial evocado auditivo esté mal hecho, al fin y al cabo, nadie se muere por esto…, pero a nosotros no». Es verdad, nadie se muere por esto, pero que un día te digan que tu hijo es sordo profundo, tres meses más tarde que tiene una sordera moderada, y a la tercera vez que se lo repiten porque la fiabilidad tiende a cero, le dicen que su audición está normal sin estarlo, no solo destroza a las familias, sino que una tardía e incorrecta intervención impacta directamente en el desarrollo de estos niños, en su lenguaje y en su aprendizaje. Les condiciona como personas, y para toda su vida. Lo de los pacientes de acúfenos es otro tema que bien nos valdría un artículo a parte.
Y entonces nos fuimos a Portugal. Queríamos ser audiólogos de pleno derecho.
Pero, volviendo al asunto que nos ocupa ¿Qué es un audiólogo?
El audiólogo es aquel profesional que ha cursado estudios universitarios de Licenciatura / Grado (240 ECTS) que le proporciona el conocimiento, las competencias y las aptitudes necesarias para las funciones, responsabilidades y atribuciones en materia de prevención, conservación de la audición, diagnóstico y rehabilitación auditiva, y evaluación y rehabilitación de la función vestibular. Este profesional tiene la posibilidad de circulación en el espacio europeo y mundial, poseyendo formación de nivel 6 del cuadro europeo de cualificaciones. No existiendo en España legislación al respecto ni reconocimiento académico equivalente, pero que no exista equivalencia académica no invalida las competencias que se le atribuyen dentro del espacio europeo.
Entonces, ¿Qué es un audioprotesista (o «audiólogo protésico»?
Mientras que en la ejecución de las pruebas audiológicas los fines del audiólogo persiguen el diagnóstico diferencial, en la audioprótesis, sus fines son la de la adaptación de prótesis auditivas. Hasta hace unos años, y cuando yo lo cursé, el nombre del título era claro, «audioprótesis», sin embargo, y con no sé qué fin, se promovió y la administración lo ejecutó la modificación del nombre a «audiología protésica», un juego del lenguaje sin más que tiende a la confusión, y que no conllevó ninguna modificación de competencias, perfectamente definidas en el BOE.
La competencia general, descrita en el artículo 4 del pertinente decreto, determina que la competencia general de este título consiste en seleccionar y adaptar prótesis auditivas realizando la evaluación audiológica, efectuando el seguimiento del usuario y el mantenimiento de prótesis, así como determinar medidas de protección acústica a partir de la evaluación de los niveles sonoros. El artículo 7 del mismo decreto determina que las ocupaciones y puestos de trabajo más relevantes son: Técnico superior en audioprótesis. Técnico especialista audioprotesista. Técnico en elaboración de moldes y protectores auditivos. Técnico en medición de nivel sonoro. Audiometrista. Pero en ningún caso audiólogo. Esta titulación posee una categoría de nivel 5 en el catálogo de cualificaciones profesionales.
https://www.boe.es/eli/es/rd/2007/12/14/1685
No es, hasta que te sumerges dentro de la licenciatura, que llegas a entender la magnitud de las diferencias. Sólo la parte destinada a la clínica son varias asignaturas repartidas en varios años, por ejemplo; aparte del área destinada a la evaluación de la función vestibular y su rehabilitación, así como a la investigación o las asignaturas troncales generales a cualquier carrera universitaria de la salud.
Así pues, nos encontramos en España ante un panorama dantesco, en el que hay profesionales altamente cualificados sin una titulación que los defina, y otros, colocándose en una categoría que no les pertenece. Una situación confusa con un importante vacío académico y legal, que afecta directamente a la calidad asistencial de las personas con problemas de audición.
Te das cuenta que 15 años más tarde hay compañeros con el mismo hambre de aprendizaje cuando te preguntan si merece la pena el esfuerzo de irte al extranjero a formarte y conseguir la titulación de audiólogo; y cuando les explicas que sí, y lo que ha sido el camino, ves que reculan y contestan – «Bueno, si total, no tiene reconocimiento ni equivalencia en España, mejor me espero…» adopta otra dimensión; comprendes la magnitud del esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a asumir, y que lo que hemos hecho es tan importante como necesario, su transcendencia, porque estamos en Europa y si tiene repercusión.
Somos pocos, pero somos. Y nadie nos ha regalado nada.